LA ESPERANZA, A UN ALETEA DE TI
Por: Karla Wagener con la ayuda de Graciela y Myriam!
¡Si Buda se reencarna en Lope de Vega y Jonte como dice un
libro que se dedicó recientemente en una reconocida pizzería de Buenos Aires,
pues, cualquier cosa puede pasar!
A la par de la dedicación del libro, al poco tiempo, vecinos
de la ciudad de Reconquista, en Santa Fe, se sorprendieron por la aparición de
la Virgen María en un brote de hoja de palmera frente a una casa de la calle
Habegger. El singular brote se viralizo
y los vecinos hacen fila para verlo y sacarle fotos.
Mientras, en Colon en Entre Ríos, un pueblo turístico y
pintoresco al lado del Rio Uruguay en frente de Paysandu…
A Kiara el peluquero de Colon le había pasado el teléfono de
una norteamericana, Kathy, quien se radicaba en Colon desde hace 6 años. Kiara se mudó a Colon para jubilarse de un
Buenos Aires cada vez más tumultuoso. Después
de más de 30 años en Buenos Aires, Argentina, sin encontrar a nadie de su país,
estados unidos, Kiara la llamo a Kathy con entusiasmo y anhelos, expectativa de
poder charlar y conectarse con alguien de su país. Al final Kathy le dio la noticia, ¨Con mi
marido hemos decidido volver otra vez a Estados Unidos por razones de
trabajo." Y daba la casualidad que ya se
preparaba para mudarse.
Al colgar el teléfono esa tarde, las flores se pintaron a la
medianera con violeta y el olor se desparramaba por todos lados. Esa tarde un colibrí entro en la casa de
Kiara, y volaba por todo el living. ¡No
supo salir! Al final lograron que
saliera. Parecía ser un signo de buenos
augurios. Era azul, multi-coloreado de
matices de azul y alguno que otro color de verde. Verdes de esperanza.
Todo paso un miércoles, 4 de diciembre, a pocos días de la
Navidad. El colibrí era como alguien que vino
a saludar, a traer noticias de bienestar como Jesús que vino en esa primera
Navidad.
El día siguiente Kiara se despertó a una mañana soleada de
diciembre en primavera casi verano. No era como los
diciembre de Estados Unidos, con nieve, y frio, muchos adornos, música navideña
y ese aire de preparaciones para las fiestas.
Sin embargo, era una mañana muy
agradable. De pronto, se escuchó
el llanto de un bebe. El sollozo venía
desde un rinconcito del jardín de su cabaña de un quincho.
Cuando Kiara le conto a Myriam lo del colibrí ella dijo,
¨Si, acá a veces los colibrí y gorriones entran al balcón en Buenos Aires y no saben salir. Se golpean contra todo."
Kiara se acordaba de lo rápido que había pasado.
Tenían miedo por el corazoncito del bichito y ni había tiempo prestar atención al perro
ladrando con miedo por la presencia de la visita. El perro parecía querer decir algo
también. Lo pasaba caminando del quincho
al living.
Cuando voló el colibrí fue como se expiro toda la casa con
él. El mensaje de esperanza duro poco
dejando la angustia de esos días del mundo actual. Procedimientos políticos de líderes del
mundo, guerras en Sirio, Medio Oriente, paros, protestas en Chile, Bolivia,
Irán, incendios en California, Australia y el Amazon. Destrucción, hambrías, sequias,
inundaciones. Sarampión en Samoa. Sin embargo el recuerdo de su canto permanecía vigente y anunciaba promesas de mejoría.
Y un pequeño colibrí llevando su mensaje de esperanza a
algún otro lugar desconocido.
¿Y luego, que era ese sollozo que escucho la mañana después
del colibrí?
Se fue al quincho que tenía todo el aspecto realmente de un
pesebre de verdad, un techo de paja, hecho de madera y abierto al intemperie
con huecos entre las maderas donde la luz brillaba como prismas sobre el piso
gastado por la cantidad de vecinos que alguna vez compartían asados o comidas
junto a los anteriores dueños de la cabaña.
Unas días anteriores a esa tarde, Graciela había confundido el quincho
por un pesebre en una foto que Kiara le había mandado a Buenos Aires, y Myriam,
otra amiga confundió una paraguas de playa apoyado en un árbol por la manta de
la Virgen en la misma foto. ¡Esto
muestra que los ojos muy seguidos ven lo que quieren ver! Por otro lado, tal vez ven más allá, a otra
realidad, otras posibilidades que no están a la primera vista, algo más
profundo.
El perro ladraba frenéticamente. Movía la trompa como queriendo decir por
donde tenía que mirar Kiara. Ella se
asomó y encontró un cajón adentro de una mesada. Ahí, como pequeños mesías animales yacían
tres pequeños cachorros. Se ve que la
perra del vecino había entrado y ¡el
perro de Kiara era el papa!
Por alguna casualidad del destino, Pantone Institute, un
sistema de identificación y comunicación del color para artes gráficas, anuncio
ese preciso miércoles a la noche, que su color por 2020 seria azul clásico, un
tono del cielo al atardecer. Es el color que anticipa lo que va a pasar
próximo," dijo Laurie Pressman, la vice presidenta de Pantone Color Institute,
lo cual selecciona el color del año.
Continuo, ¨ ¿Qué va a traer el futuro
mientras progresamos hacia la atardecer?"
¨Estamos acercando la secunda década de un siglo nuevo,
contemplando sobre si el mundo caerá de pedazos," continuo Pressman.
El Instituto reconoció sentimientos similares de
inestabilidad apretando al mundo, desde estados unidos a Gran Britania, Hong
Kong, Siria, y por todo el globo. Se
decidió por eso en un color que ofrece confianza y seguridad, y una conexión
que la gente tal vez busque para poder afrontar la incertidumbre. "Es el color de la juventud". Pantone ha proclamado el color del año por
más de dos décadas.
El color emana no solo algo visual, si no olor y
sonido. Un olor entre el cielo y el mar,
en donde se encuentran. Una textura de
terciopelo y suavidad. El sonido de
nostalgia vivida. Agua etérea, azafrán,
mora en jarabe. Es la sensación de tocar un sofá suave y nuevo. De regio, sin límites, con variedad de tonos
y sensaciones.
Pressman recomienda usar el color como accesorio, pañuelo,
pulsera de reloj, florero o vela o incorporarlo en comidas y bebidas.
¡Kiara ya amaba a los arándanos y tomarlo en limonadas con jengibre era su máximo placer! Este
color se sentaba bien con ella. Lo que
no concebía era que el colibrí fuera una combinación perfecto de todos los
tamices del azul clásico ¡o que llegara a su casa justo en la tarde previo al
nombramiento del color esa noche!
Tanto el colibrí como los perritos anunciaban buenos
augurios a pesar de todo lo que pasaba en el mundo. Pero, ¿Qué iba a hacer con tres perritos
recién nacido?
El colibrí volaba libre, pero los perritos, ese fue otro
asunto.
Con un poco de desgano, Kiara fue a la casa de Kathy para
conocerla por la primera y última vez.
Le sorprendió la manera tranquila y amable. Kathy tenía más edad de lo que había
imaginado, unos 73 años. Y parecía
cansada, no con muchas ganas de volver a radicarse en estados unidos.
Empezaron a charlar.
Kathy le conto de sus viajes por todo el mundo donde compro una
colección de libros artesanales de todo tipo, de sus experiencias en las
universidades más bacanas de estados unidos, de su marido geólogo, doctorado y
sus trabajos importantes para mejorar el medio ambiente. ¨Por eso nos vamos otra vez a estados
unidos. Él tiene que hacer trabajos al
respecto de los muchos incendios ahí."
Se veía la preocupación en la cara al contar esto. Kathy ya no tenía una edad ni ánimo para liderar
con tales aventuras.
Los libros eran hermosos, algunos pintado a mano, otros con
figuras que movían o salían de la página.
¨Los voy a donar a la biblioteca en el centro de Colon y algunos a una
casa de cultura. Me da pena. Son muy queridos," suspiro Kathy.
Kathy era muy consciente de que eran personas como su marido
que podían mejorar al medio ambiente en este tiempo tan crucial. Sin embargo, ella estaba muy cansada de la
lucha y quisiera dejarlo a otras personas con más energía y polenta.
Al entrar en la casa, Kiara le dio una tarjeta artesanal que
decía, ¨Feliz Navidad¨ ¨Merry
Christmas¨ y tenía una corona de Navidad hecho en diferentes matices de
azul. Adentro decía, ¨Te traigo alimento
para el alma y te deseo una navidad muy feliz, bendiciones y deseos que tengas
una aventura muy productivo." Kiara
había calculado que unas masitas por más caras o golosas que sean no tendrían
el éxito como esa tarjeta inspirada en el pequeño colibrí. Kathy se encontró renovada después de la
visita y se dio cuenta realmente de la importancia de sus emprendimientos, y lo
que significaba el trabajo de su marido.
¿Y los perritos? Eran adoptados en Navidad para los hijos de vecinos en Colon,
quienes habían alguna vez compartido comidas y asados en el quincho, ahora
pesebre, de la cabaña de la calle Salta en Colon, un lugar de paz en un mundo
de conflictos, ¡sobre todo en esta Navidad!
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